Hoy nuestra Iglesia celebra uno de las más importantes fiestas de su calendario litúrgico: Pentecostés, con la que culmina el tiempo de la Pascua (otra solemnidad), solamente comparables con la celebración de la Navidad.
Lamentablemente Pentecostés, no se celebra con el esplendor y entusiasmo que podríamos desear, pasando muchas veces inadvertida, como si se tratase de un domingo cualquiera. Y lo peor de todo es que gran parte de la feligresía, no se da cuenta de este detalle, por no tener clara conciencia de que en el Dios que adoramos, existe una tercera persona llamada: Espíritu Santo, aun cuando desde el Credo decimos: ”Creemos en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida”. Parecieran actualizarse aquellas expresiones de los cristianos de Éfeso cuando le decían a Pablo: “Ni siquiera hemos oído decir que hay un Espíritu Santo” (Hch. 19, 2).
Esta falta de conocimiento de la tercera persona de la Santísima Trinidad, quizá se deba
a algunos motivos que se pueden reseñar:
- Falta de manifestaciones: Se le ama, adora y conoce al Padre por la magnificencia de sus obras palpables y visibles.
También conocemos, adoramos y amamos a su Hijo, por la historia de su encarnación en el seno de María, nacimiento, vida pública, pasión, muerte y resurrección.
Del Espíritu Santo muy poco conocemos, salvo lo que nos dice el Nuevo Testamento, apenas tres apariciones con signos poco humanos y nada divinos: en forma de paloma al ser bautizado Jesús en el río Jordán; de nube resplandeciente en el Monte Tabor y de lenguas de fuego, en el Cenáculo de Jerusalén. A esto se reducen sus teofanías evangélicas. - Falta de devociones: Ciertamente todas las devociones aprobadas por la Iglesia son útiles, santas e indispensables para el cristiano, como la Pasión del Señor, al Santísimo Sacramento, la Virgen María, etc., pero todo esto no debería disminuir o hacernos olvidar una devoción tan importante como es la del Espíritu Santo.
- Escasa doctrina: Otro aspecto es la escasa doctrina publicada para los fieles. Solo nos contiene la explicación detallada y de fácil comprensión que nos ofrece el Catecismo de la Iglesia Católica ubicada entre los números 687 y 747, que nos ayuda a conocer más a esta vital persona.
Por estas razones necesitamos como hijos de Dios, resaltar la acción directa del Espíritu Santo dentro de la comunidad cristiana, pues es en la vida de la Iglesia que formamos, donde se nota el impulso y la fuerza de Dios que mueve al hombre en su relación vertical con El y horizontal con los hermanos.
Teológicamente no podríamos entender nunca quién es el Padre y quien es el Hijo sin conocer al Espíritu Santo.
La palabra Espíritu viene del hebreo “RUAH”, que significa soplo, aire, viento, etc. Recordemos que Jesucristo utiliza la imagen sensible del viento para sugerir a Nicodemo la novedad trascendente del que es personalmente el Soplo de Dios, el Espíritu Divino. (Jn. 3, 5-8)
El término Espíritu nos revela que su característica es: “SER TODOS”, estar en todos, unir a todos. Quizá otra de las causas por la que el Espíritu Santo no es tan conocido, sea por no tener un rostro humano definido como el Padre y el Hijo. Para poder entender lo que es el Espíritu Santo, debemos aceptar que es: “ESPÍRITU”.
Sabemos que el Padre nos es enviado, el Hijo es enviado por el Padre, pero el Espíritu Santo es enviado por el Padre y el Hijo conjuntamente. Lo que manifiesta la peculiaridad personal del Espíritu Santo.
Conociendo esto entenderemos lo que Jesús les dijo a sus discípulos en (Lc. 24, 48-49) y (Jn. 14, 26).
Muchos son los símbolos utilizados para reconocer la acción del Espíritu Santo, entre los que se pueden citar a: el Agua, muy ligada a los beneficios del Bautismo; el Fuego como la energía transformadora de los actos del Espíritu; la Unción con el óleo es un símbolo de su presencia; la Paloma como símbolo de paz para la iconografía cristiana; la Nube y la Luz son dos símbolos inseparables del Espíritu Santo desde las teofanías del Antiguo Testamento con Moisés, Salomón, etc. O con la Virgen María, la transfiguración y la Ascensión del Señor. La Mano, el Sello, el Dedo, etc., entre otros.
También al Espíritu Santo se lo llama con varios apelativos, a saber: Abogado, Consolador, Defensor, Dedo de Dios, Vínculo, Fuente Viva, Padre de los pobres, Dador de Vida, Luz de los corazones, Huésped del Alma, Virtud del Altísimo, etc.
En Jn. 14, 26, el mismo Jesús les promete a sus discípulos el envío de un Paráclito. Esta expresión era de fácil comprensión para el Pueblo hebreo, ya que se refiere a dos elementos conocidos por ellos:
a) Paral (tutor): Es la vara que sirve para sostener a una planta rastrera, a fin de evitar que se pudra el fruto en contacto con la tierra.
b) Paracaleo: Servidor (pueden ser dos) que se ubica parado en la puerta de entrada a la habitación (del lado de afuera) donde se encuentra su amo y que acude presuroso ante el primer llamado de este (Apoc. 3, 20).
Con estos ejemplos, podemos entender que Jesucristo llamó Paráclito al Espíritu Santo para que comprendiéramos que es el sostén de toda vida; el que está a la puerta de nuestro corazón, dispuesto a asistirnos ante la mínima invocación, pero para que acuda, debemos llamarlo: VEN ESPÍRITU SANTO.
Al resucitar Jesucristo les habló a sus discípulos sobre el envío del Espíritu Santo como un compromiso de Dios con los hombres y a esto le llamó La Promesa del Padre (Lc. 24, 49).
Por eso la Nueva Vida que Jesús ofrece, solo la podemos vivir con un corazón nuevo y un
Espíritu nuevo como lo habían manifestado los Profetas.
Esta Nueva Vida que el Señor nos propone, se da a partir de una renovación interior del hombre por la fuerza del Espíritu de Dios que lo transforma, pues solo Él puede cambiar nuestro corazón. A partir de allí, el hombre ya no vive con criterios de la carne, sino del Espíritu.
El Espíritu Santo testifica con Poder que Jesús resucitó y está en la Gloria del Padre y también activa su presencia salvífica en el seno de la Iglesia y en el corazón de los creyentes, haciendo vivir, amar y servir a cada uno de sus hijos.
Esta fuerza de lo alto, está con y en nosotros desde nuestro bautismo. Muchos no tienen conciencia de ello por el solo hecho de no aceptar a Jesucristo como Señor y Salvador de esta Nueva Vida.
Si decidimos (algo muy personal), cambiar de vida, el Espíritu Santo suscitará en nosotros el querer y el obrar conforme al pensamiento de Cristo (Flp. 2, 13) y a partir de aquí seremos Nuevas Creaturas desde una renovación interior profunda y total.
Por eso HOY se hace necesario que cada creyente tenga la práctica de un nuevo Pentecostés, para reeditar las vivencias que experimentaron María y los discípulos en el Cenáculo de Jerusalén, cuando el Espíritu Santo descendió sobre cada uno de ellos en forma de lenguas de fuego, para llenarlos de Poder (Hch. 2, 1-4).
FRUTOS
Las Escrituras nos hablan de los numerosos frutos que comenzaron a acompañar la misión de los Apóstoles, iniciando con el “don de lenguas”, para continuar con el Poder de la Prédica en la alocución de Pedro, quien con toda la fuerza del Espíritu Santo impactó el corazón de ese heterogéneo grupo de personas provenientes de diferentes lugares y culturas, a tal punto de inquietarlos a preguntar: “Hermanos, ¿qué debemos hacer? (v.37) y aquí la inmediata respuesta de Pedro revelando el más grande de los secretos para alcanzar la Salvación: “Conviértanse y háganse bautizar en el nombre de Jesucristo para que les sean perdonados los pecados, y así recibirán el don del Espíritu Santo”.
La acción directa de Dios Espíritu, hizo que ese día se convirtieran y unieran al grupo unas tres mil personas.
Esta tarea evangelizadora es la que necesitamos realizar hoy en nuestra amada Iglesia Católica, por eso desde este espacio los invito a que se incorporen a los grupos parroquiales de cada diócesis, para sumarse a este nuevo desafío, decididos a cambiar de vida para servirle a Aquel que entregó la suya en la cruz, murió y resucitó para regalarnos a todos sus hijos: La Vida Eterna.
¡Rogando junto a María Santísima, esperamos tu decisión!
Yo conocí la existencia real del espíritu Santo en el primer seminario de vida en el espíritu , marco nuestras vida junto a mi esposa , la trinidad sacrosanta bendiga está tarea evangelizador.