Quiero compartirles que recién hace unos pocos días, pude entender el alcance que le daba Jesús a una Palabra, dentro de sus muchas enseñanzas, a sus Apóstoles antes de su Pasión: “les conviene que yo me vaya…” (Jn. 16, 7), siendo que lo central del mensaje está en el envío del Espíritu Santo.

Me imaginaba el estado emocional de los discípulos, ya que la Palabra dice que “estaban tristes”, como para no estarlo, sabiendo que Aquel que les cambió la vida, estaba a horas de ser apresado, para padecer y morir. Sin embargo Él usa la expresión: “les conviene…”. Nada más apartado de la realidad, aun cuando les había anticipado:“ les digo la verdad”. Hasta pienso que vivían una gran confusión interior, no entendían nada, y de inmediato asocié con la gran confusión que estamos viviendo a causa de este enorme flagelo que azota a la humanidad, sin que nadie pueda informarnos adecuadamente el origen, comportamiento, causas, tiempo, etc., de este malvado virus que se llevó a varios amigos y familiares, provocando tremendos dolores en todas partes del mundo.

En esos momentos sentí como una luz interior abría mi entendimiento y comencé a interpretar aquel profundo mensaje del Gran Maestro. Fue así que dijo: Si me quedo, solo podré estar con pocos, los cercanos, los necesitados de los lugares donde físicamente pueda llegar, pero si me voy…. (a partir de aquí fue más intensa la luz interior)”…les enviaré el Paráclito, el Espíritu de la verdad”. Ahí entendí que su Plan se concretaba, porque de esa manera estaría “con todos al mismo tiempo”. Ya no con pocos. Es por eso que al Espíritu Santo lo conocemos como el Dios con nosotros; el Nosotros de la Iglesia; al que sin verlo lo podemos sentir. Ya no necesitamos VER para CREER, sino a partir de allí, es la fe la que nos enseña a vivir con Él. Gracias Señor!!!.

Por esto los invito a que esta Tercera Persona de la Santísima Trinidad, que hoy celebramos su llegada para poner fuego en nuestros corazones, sea la que nos renueve las fuerzas y anime para continuar caminando dentro del Plan de Dios, sin necesidad de estar físicamente congregados, para que como hermanos avancemos con todos los servicios que desde nuestras comunidades ofrecemos sin fijarnos metas, sino procurando llevar a Cristo: “hasta los confines de la tierra”.

Con la vista puesta en la esperanza del encuentro con nuestro Señor y Salvador, me despido de ustedes y sus familias con un interminable abrazo fraterno junto a los pies del Sagrado Corazón de Jesús y de Nuestra Santísima Madre, la Virgen María, deseándoles un FELIZ PENTECOSTÉS.

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